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A buen entendedor pocas palabras bastan

A buen entendedor pocas palabras bastan Es lo malo de tener un tupido velo delante de nuestros ojos, que solo nos permite ver desde el angulo en que estamos situados. Pienso que mas que la voluntad, el punto en muchisimas ocasiones es este. MCarmen Calderón Berrocal En en Siglo de Oro hubo dos corrientes conceptismo y culteranismo. Al primero con pocas palabras bastaba para hacerse entender, el segundo redcurria al ornamento exacerbado. Son dos maneras de plantearse las cosas. Para decir algo con pocas palabras son suficientes si el que emite sabe emitir y el que recibe sabe recibir el mensaje.

Solo cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo

    "Solo cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo"   Digamos que sólo cuando las cosas quedan en calma (cuando baja la marea) podemos tener perspectiva (se ve más playa, más terreno, se ve lo que antes estaba cubierto por el agua) para ver qué hay realmente detrás de las cosas (detrás del agua, detrás de lo que cubría u ocultaba).

La avaricia rompe el saco

    "La avaricia rompe el saco".   Se usa para definir de forma más o menos gráfica la actitud de quien todo lo quiere para sí, de forma que todo lo que va viendo y le va gustando lo va metiendo en un saco, el cual llega un momento en que se satura en espacio y peso, así que termina por romperse y el aaro se queda entonces sin nada, por no preferir la calidad a la cantidad, el interiorismo a la materialidad.

Lo mío, mío; y lo tuyo de entre los dos

    Dice el refrán: "Lo mío, mío; y lo tuyo de entre los dos...". Se aplica para definir el egoismo y la avaricia de quien quiere lo suyo y también quiere poseer como sea, con buenas o malas artes, lo de los demás.  

Errar es humano

Es otra de las máximas que han engrosado el refranero popular español. En realidad se trata de una frase que pronunción en principio Séneca y que continuó o alargó en sus trabajos filosófico documentales San Agustín, Agustín de Hipona, la frase originaria la pronuncia en latín y es como sigue: Errare humanum est, perseverare autem diabolicum. Es decir: equivocarse es humano, perseverar diabólico. Enlaza con otra máxima que viene también a reconocer la humanidad de error humano y a condenar la persistencia en él, acto que que ya no podría quizás ser considerado como tal error, sino como algo más cercano a la perversidad, torpeza, etc, según el caso: "Equivocarse es de hombres, rectificar es de sabios". Entra dentro de lo razonable errar, pero caer consecutivamente en el error no lo es; con lo cual habría que tenerlo muy en cuenta. Shoes.com LOLShirts.com Abr Electronics

El ojo del amo engorda al caballo

“El ojo del amo engorda el caballo” es una frase que se atribuye a Jenofonte pero quien haya ido por tierras pacenses sabrá que su dicho es algo frecuente. Viene a decirnos que cuando una cosa se cuida, prospera; y que nadie mejor que el propietario de algo para hacer buen uso; nadie que no sea dueño de algo haciéndo esto extensivo al mundo animal, podrá tener más cuidado el la prosperidad del objeto directo de la acción. Del mismo modo, el control por parte del interesado garantiza que el trabajo que deben realizar terceros se haga correctamente. La imagen muestra una figura equina rupestre, en el paleolítico la pintura era una forma de evocar y de llamar a la suerte, mirando la pintura se actualizaba el deseo, la finalidad y la explicación era la creencia de que pintando algo, de alguna forma ya se poseía. Shoes.com LOLShirts.com Abr Electronics

El amor es ciego

“El amor es ciego” es una frase de Platón que ha pasado a engrosar las filas del refranero. Fundamentalmente se trata de admitir que cuando alguien está enamorado por faltas que tenga el objeto de su amor, lo verá perfecto, o casi, si es que acepta su condición humana. Al respecto hay un relato que pretende dar una explicación fabulada. Cuentan que una vez se reunieron, en un lugar de la tierra, todos los sentimientos y las cualidades de los hombres. Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura – como siempre tan loca - les propuso: “¡Vamos a jugar a las escondidas!”. La intriga levantó la ceja, intrigada, y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó “¿A las escondidas? ¿Y cómo es eso?”. “Es un juego”, explicó la locura, “en que yo me tapo los ojos y comienzo a contar desde uno hasta un millón, mientras ustedes se esconden. Cuando haya terminado de contar, el primero de ustedes al que encuentre, ocupará mi lugar para continuar el juego”.